Apuntes de la categoría: Historias al pasar…

Me gustas cuando callas

Fecha: 6 de agosto de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Algunos poemas o, mejor dicho, líneas de poesía, se inscriben en el subconsciente colectivo (si es que tal cosa existe) y se vuelven una referencia cotidiana. Creo que todos, más allá del nivel cultural o gusto literario que podamos acreditar, completaríamos sin esfuerzo la línea que inicia así: «Me gustas cuando callas… » Claro, casi podríamos repetir en coro: “porque estás como ausente». Es la línea, quizás, más famosa de Pablo Neruda, aunque el poeta escribió mucho más.
 
Tal afinidad colectiva es un fenómeno extraño y quizás tenga relación con el poder que adquiere la poesía en algunos afortunados momentos. Simplemente ocurre así: algunas líneas sobreviven y otras se olvidan, más allá de su calidad. Era algo que le preocupaba a Octavio Paz en sus últimos días. Recuerdo (lo leí por allí) que solía preguntar: «¿Será recordada alguna línea de mis poemas?”
 
El Poema 15 de Neruda, de donde proviene la línea comentada, es en realidad poco leído en su forma completa (otro misterio). Es un poema bello, pero complejo: el poeta parece desear a la amada, pero a la vez la quiere lejos, en ese amor/odio que parece concentrar al verdadero amor desde la antigüedad hasta nuestros días. Quien lo dude puede volver a Catulo, que lo dijo de forma admirable: «Odio y amo. Por qué lo haga me preguntas, tal vez. No sé (pero siento cómo se hace y me torturo).»
 
Volviendo al Poema 15 de Neruda, en algún momento ese silencio y esa ausencia le parecen al poeta como si la amada hubiera muerto, para después alegrarse de que eso no sea cierto. En fin, complejidad.
 
Con el debido perdón a Neruda y al gusto colectivo, a mi me parece más grato lo que escribió mi maestro José Muñoz Cota, en una de las muchas cartas dirigidas a su compañera de vida, Alicia Pérez Salazar. Lo transcribo aquí (gracias a mi condiscípulo, Everardo García, el Quijote de Nezaret):
 
“Me gusta escucharte porque te siento presente. No estoy de acuerdo con Neruda cuando dice: ‘Me gustas cuando callas, porque estás como ausente’. Y no. Son líneas poco amables. Reitero: a mi me encanta ―de encantamiento― oír tus pasos, el sonido de tus voces, porque imagino que respiras un aire mágico y la magia es eterna metamorfosis de la realidad. Como si la realidad se desdoblara en dos gajos, hasta poner al desnudo el misterio de la otra realidad que se nos oculta”.
 
Resumiendo: con toda la grandeza de Neruda, aquí me quedo con mi maestro.

Lo sucesivo y lo simultáneo…

Fecha: 31 de julio de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
El tiempo posee una dirección. Sólo una y nada mas. Kant dijo (y nos sigue diciendo) que «tiempos diferentes no son simultáneos, sino sucesivos, al igual que espacios distintos no son sucesivos, sino simultáneos» (la cita es del capítulo La estética trascendental, en la obra Crítica de la razón pura).
 
Suena lógico, pero eso sólo ocurre en la precisión filosófica y científica. En nuestra cabeza ocurre otra historia. Por alguna razón lo lógico se escapa de nuestra vida cotidiana y tendemos a refugiarnos en lo fantástico, como si nuestra mente quisiera manipular a la realidad. De esa forma, las malas experiencias que enfrentamos a lo largo de nuestra vida (los golpes, los desaires, las ofensas, las imposibilidades, los malos tratos, las decepciones y un largo etcétera) tienden a unificarse de golpe en nuestro presente.
 
Así, por ejemplo, si la pareja de alguien dejó de hacer algo hace veinte años, hace otra cosa desagradable diez años después y una cosa más apenas hace dos días, esos errores (o supuestos errores) se acumulan en la mente de la pareja «víctima» como si fueran simultáneos. Lo peor es que no acaba allí la historia. Esa acumulación de tiempos distintos se vuelve un argumento y se revive hasta el hartazgo, creando una realidad alternativa que no sólo se repite con palabras, sino que se experimenta con más fuerza cada vez.
 
En suma, las malas experiencias se vuelven simultáneas en nuestra cabeza y las revivimos sucesivamente, hasta el infinito.
 
Kant debió advertirnos que la lógica es sólo para kantianos. Por desgracia no aplica en la vida de nosotros, los demás, en la vida cotidiana. Estamos tan acostumbrados a sufrir por lo pasado que la lógica, la ciencia y la realidad no tienen importancia.

La maldad en la cabeza

Fecha: 29 de julio de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
El periodista Stephen Michaud entrevistó a Ted Bundy en 1980. Las decenas de horas de grabación constituyen un testimonio insólito sobre la mente de un asesino en serie. Es posible ver un magnífico documental al respecto por Netflix: “Conversaciones con un asesino: las cintas de Ted Bundy”. Algunos detalles de estas cintas son memorables. Por ejemplo, el citado periodista dice que, algún momento, Bundy comenzó a hablarle de algo extraño que identificó como “la entidad”. Es decir, una presencia siniestra que controló sus pensamientos, llenándolos de fantasías homicidas.
 
El periodista da otro inquietante testimonio: cuando Bundy hablaba de los crímenes que se le atribuían parecía revivirlos y su mirada se tornaba oscura. Afirma, incluso, que sus ojos azules se volvían casi negros.
 
Cuando vi el documental, dirigido por Joe Berlinger, recordé que otros homicidas seriales afirmaron en su momento algo parecido. Por ejemplo, David Berkowitz, apodado como “El hijo de Sam”, declaró que el perro de su vecino, poseído por algo maligno, le había ordenado (a ladridos) cometer los crímenes. Algún especialista podrá explicar, con desenfado, que eso era un caso de esquizofrenia. Cierto, pero no toda esquizofrenia lleva al homicidio y menos al homicidio en serie.
 
Para las personas religiosas no hay duda: el mal existe y se puede expresar de tal forma que genera una influencia en la vida cotidiana. Una mente científica podría decir, quizás, que nuestra mente posee mecanismos inconscientes, instintivos y salvajes, que pueden aflorar de vez en cuando si se debilitan nuestras zonas de racionalidad, situadas en las partes más evolucionadas de nuestro encéfalo.
 
Meditaba sobre eso cuando recibí un mensaje de un estimado amigo, pastor de una iglesia cristiana, variante de la fe que no comparto pero que respeto. Mi amigo me envío una reflexión sobre la presencia del mal en la vida cotidiana. De acuerdo con esta reflexión el mal está siempre al acecho de nuestras debilidades, como un depredador observando a su presa. Si el ser humano rechaza el bien en su actividad diaria, si se debilitan sus defensas racionales, si se deja llevar por la tentación, el mal ataca.
 
El texto utilizó una curiosa analogía: las líneas aéreas. Estas líneas poseen muchos controles de seguridad y cada vuelo es supervisado minuciosamente por un ejército de técnicos e ingenieros. Tan extremas medidas de seguridad limitan a casi el cero la posibilidad de un accidente. No al cien por ciento, claro, pues los accidentes siempre pueden ocurrir, pero las probabilidades se reducen. De esa forma, una persona cuidadosa de su propia mente y espíritu, que vive con orden, que controla su actuar y que procede con bien en su vida, difícilmente podrá ser vencido por la tentación del mal. Pero la vida juega duro: a cada instante surgen malos momentos, dificultades, circunstancias adversas (se les conoce como «detonantes»), y todo ello genera debilidad en los mecanismos racionales de los seres humanos. El bien, entonces, queda debilitado frente al mal.
 
Las personas que generan agresión en su vida cotidiana, que viven sin orden, que están cercanos al instinto y se alejan de la racionalidad, pueden en cualquier momento ser víctimas del mal, sea una entidad o simplemente una zona oscura de nuestra cabeza.

Una humillación bajo la lluvia

Fecha: 26 de julio de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Llegué en medio de la tormenta. Tuve que esperar un buen rato para salir del vehículo. Por fin pude hacerlo. La lluvia y el viento se fueron, pero las calles se volvieron ríos caudalosos y los caminantes se apretujaron en las esquinas para intentar salvarlos. Podría escribirse toda una sociología sobre el paso por las calles después de la lluvia. Unos recogieron un poco su pantalón y cruzaron despreocupados. Otros eligieron esperar con paciencia a que el agua corriera (ventajas de vivir en una ciudad en declive). Algunos vadearon, esperando encontrar un paso más accesible. Yo traía puestos unos zapatos reservados para estos momentos: presentables, pero bien dispuestos para el maltrato. Estaba por cruzar a pequeños brincos (mi propia respuesta sociológica) cuando vi a unas señoras de edad madura esperando cruzar. Parecían mortificadas. Fui hacia ellas y les ofrecí mi ayuda. Puse mi pie como montículo y les di la mano como respaldo mientras se apoyaban en él. No parecían muy cómodas con eso. les daba mucha pena, pero logré convencerlas. Las amables señoras lograron el cruce con pocos daños en sus propios calzados y me dispuse a seguir por mi camino con satisfacción, como si fuera un scout cumpliendo su deber del día. Entonces llegó un muchacho con aspecto cansado. Parecía tener toda una jornada laborando en alguna obra de albañilería. Miró hacia los lados y descubrió una casa en remodelación, que a mí me pasó desapercibida. En unos minutos ya traía en la mano un par de gruesos ladrillos que colocó con estrategia sobre la corriente. Quedaron perfectos. Después pasó con tranquilidad y elegancia. El paso de ladrillos se volvió un puente de alto tránsito: todos comenzaron a utilizarlo. Yo me quedé allí, mirando el improvisado pero generoso puente. No cabe duda que la inteligencia práctica es algo que no tiene que ver con la educación formal o con la función que desempeñamos en la vida. Si poseemos cierta distinción social es por suerte, no por nuestro supuesto talento. Ese muchacho brindó algo más útil y perdurable que mis esfuerzos de unos momentos antes. Si se tratara de lograr algo digno de memoria, mis afanes se disiparían como el agua en declive, pero la obra del muchacho perduraría con una prolongada utilidad social. Me encogí de hombros y seguí caminando, con un pie adolorido y remojado. Bastantes humillaciones me dejó este lluvioso día.

Los nombres de la ciencia

Fecha: 11 de julio de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Es de agradecerse que los científicos posean cierta virtud con las palabras. Sus descubrimientos o aportaciones adquieren más agudeza y se convierten en algo memorable, más allá de su importancia específica. Por ejemplo, los buzos que descubrieron los restos petrificados de una niña de 13 mil años de antigüedad, en un profundo cenote situado en Yucatán, la bautizaron como Naia, nombre que hace referencia a las ninfas de los cuerpos de agua dulce. Un nombre bellísimo. No importa que la referencia sea griega y la niña del cenote sea uno de los primeros homínidos que caminaron por lo que hoy es el continente americano, en plena era de hielo. El nombre Naia es digno de evocación para esos restos primigenios de los que derivan las poblaciones indígenas americanas.
 
En cambio, los llamados físicos de partículas (los estudiosos del microcosmos o reino cuántico) bautizan de forma terrible a sus criaturas. Por ejemplo, a una de las partículas elementales de la naturaleza le llaman «Quark up», es decir «Quark arriba». También existe, claro, el «Quark down» (Quark abajo). Por su parte, «Quark» o «Cuark» es una palabra sin sentido acuñada por el físico Murray Gell-Mann, que le pareció divertida porque rimaba con «Mark». Según parece es la onomatopeya del graznido de las gaviotas, «quark, quark», así como el de los patos es «cuac cuac».
 
Es una barbaridad. Digo, pudieron bautizar a esas partículas de alguna forma un poco más digna y elocuente. Por poquito y le ponen la onomatopeya de un rebuzno (lo cual, dicho sea de paso no estaría tan mal, pues los burros me parecen más útiles al ser humano que las gaviotas).
 
Por fortuna los físicos de partículas hicieron un esfuerzo y trataron de arreglar eso de los nombres. Otros «quarks» son los llamados «Charm» (encanto), «Strange» (extraño), «Top/Truth» (cima/verdad) y «Bottom/Beauty» (fondo/belleza).
 
Por fortuna los físicos de partículas hicieron un esfuerzo y trataron de arreglar eso de los nombres. Otros «quarks» son los llamados «Charm» (encanto), «Strange» (extraño), «Top/Truth» (cima/verdad) y «Bottom/Beauty» (fondo/belleza).
 
Se mantiene la torpeza en los nombres, pero se advierte cierto esfuerzo por llegar a la poético.
 
En fin, creo que debería existir una comisión de poetas (buenos y auténticos poetas, aclaro) para proponer nombres a los descubrimientos científicos. Eso debería extenderse a otros extraños bautismos, como los nombres de las calles de las ciudades (me imagino que los ponen los ingenierotes que las trazan), los nombres de las herramientas (los deben poner los mecánicos) y otros muchos grupos más, incluyendo los nombres de las personas, pues a cada rato surge una barbaridad.
 
Es más, esa comisión debería estar atenta a todo, antes de que al mundo lo devore una avalancha de ocurrencias absurdas y aterradoras.