Sus ojos miran sin mirarme,
y adivino en ellos
algo de añoranza disfrazada de alegría
como si aprisionara un secreto
que los párpados asfixian
encerrado en el cofre
de las sonrisas perdidas
y en el velo rugoso
de una luz que lastima.
Quizás no distingan eso
quienes la miran mirarlos
(insensatos)
pues no saben mirarla
ni mirar sus ojos mirando
solo verla sin palparla,
sin comprender su mirada…
Mientras yo (es un extraño don)
puedo palparla de lejos
aún sin ella mirarme.
Es que la niña perdió algo
y sigue mirando de lejos.
Le hicieron daño quizás,
la rasgaron al tocarla,
(o tal vez)
olvidaron cubrirle los ojos
para cuidar su mirada…
Quizás perdió le fe en otros,
miró con fijeza algo
que se disipó al aprehenderlo,
quiso tocarlo y se fue,
se le escurrió entre los dedos.
Nadie le dijo el secreto:
que la mirada engaña,
que ver no es creer,
que ver es dudar,
que se debe tocar pues la mirada miente
(Eso lo sabe el escultor:
por eso duda
de lo que ve
y prefiere moldear a ciegas)
Mientras la sigo mirando
intentando decirle que a su mirada
le falta que yo la mire mirándome,
que no puede engañarme…
Que aún su bella mirada
es artimaña,
antifaz
venda
Que su mirada no es plena
¿La razón?
Sigue mirando sin mirarme,
sin saber que la toco y la moldeo
mientras la miro mirando.
Quizás su mirada cambie
cuando me mire mirándola…

