La mejor forma de lograr el acierto en una profecía es pronunciarla o escribirla después de que ocurra lo profetizado.
La mejor forma de lograr el acierto en una profecía es pronunciarla o escribirla después de que ocurra lo profetizado.
La imaginación es una respuesta: la inventamos para sosegar a la mente por todo lo que ignora.
Al estudiar a las personalidades históricas se tiende a olvidar que su actuación está concentrada en su presente. No conocían lo que sucedería. Nosotros tenemos claro lo que sucederá con ellos. Su futuro es nuestro pasado.
¿Será nuestra idea de destino un efecto de nuestra lectura de lo acontecido por los personajes históricos?
Cuando se me ofrece un relato rectilíneo surge en mí la desconfianza. La vida es sinuosa. La relatamos de forma recta tan sólo para facilitar la comprensión de los demás.
A veces lo que se dice llega a un final que oscila entre lo melancólico, lo reflexivo o lo exultante. Las grandes obras parecen construidas para despertar esa emoción final. Pero al final también aparece la sospecha del engaño. Quizás el éxito artístico sea enmascarar tal engaño para no dejarlo que perdure en el ánimo del incauto.