Una vez acepté un reto y entré a un complicado laberinto cuyos límites eran altos matorrales. Me dije: “si por algún motivo no logro encontrar la salida me abriré paso por el follaje y listo”. Así fue. Deambulé por horas hasta el punto de la desesperación. Cada que creí encontrar la salida se aparecían ante mi nuevas rutas falsas, nuevos retornos sin posibilidad, nuevas decepciones para mis pasos. Ya eran muchas horas las perdidas cuando decidí abrirme paso por el verde muro. Aparté las enredaderas, rompí el follaje y salí. No reconocí nada, caminé por la periferia del laberinto y lo mismo alrededor: un paisaje desértico, para mi desconocido y de extensión indeterminada. Después de algunas horas me harté de mirar el horizonte y decidí regresar al laberinto. Total, si encuentro la salida me haré el disimulado y seguiré buscando.