Apuntes de la categoría: Historias al pasar…

La relatividad en el perder y ganar

Fecha: 15 de mayo de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

¿Nadie se ha dado cuenta que Jon Snow/Aegon Targaryen, protagonista de #GameOfThrones no ganó una sola batalla en toda su historia?

Es decidido y valiente, sí, pero pierde todas las peleas y termina rescatado por fuerzas exteriores o incluso es un actor secundario en los acontecimientos, casi sujeto al destino.

Se parece a ese héroe del siglo diecinueve mexicano, Santos Degollado, el «Santo de las Derrotas», que perdía una y otra vez pero siempre regresaba para volver a intentarlo.

Así sucedió en algunos de los conflictos memorables de la saga: en la Batalla de Casa Austera, en la llamada Batalla de los Bastardos, en la Batalla de Winterfell y en la devastación final de King’s Landing. Vaya, hasta sus propios compañeros de la Guardia de la Noche lo asesinan y debe ser revivido por la bruja Melisandre.

Es un héroe, sí, pero de la variedad inercial, que es conducido por manos ocultas para arribar al sitio que le será concedido. No es un conquistador, mucho menos un brillante estratega.

Su destino contrasta con el de su hermano (en realidad su primo), Robb Stark, quien gana todas las batallas en que participa pero pierde la vida a traición.

Aquí cabe una reflexión: no importa ganar batallas sino llegar al final. La literatura (la fantasía de las series en este caso) es un espejo de la realidad. Es algo que se ve mucho: personas que ganan batallas y pierden la guerra o viceversa, perdedores consuetudinarios que alcanzan el premio mayor.

Sucede, claro.

La «cúspide» del crimen

Fecha: 2 de mayo de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Después de una lucha que se prolongó por décadas, el clan de los corleoneses (originarios del pueblo de Corleone, famoso por el ciclo de películas de El Padrino) tomó el control de la mafia siciliana. Su líder fue un despiadado personaje llamado Salvatore Riina, apodado Totó, un apodo que suena propio de un chiste, quizás porque recuerda al inspector Clouseau y su atolondrado ayudante.
 
Riina organizó los homicidios de los líderes de las “familias” rivales, pero también de funcionarios judiciales, fiscales y policías, incluyendo al general Carlo Alberto Dalla Chiesa y al famoso criminalista y juez, Giovanni Falcone, el promotor del llamado “maxi proceso” contra la mafia. Aún hoy, la lectura de los ensayos y apuntes de Falcone se leen con esmero por los estudiosos del crimen organizado y existe una película dedicada a su memoria, con las excelentes actuaciones de Chazz Palminteri y F. Murray Abraham.
 
Como es lógico, el accionar criminal de Riina tenía por objeto el dinero y el poder. Tan sólo en el momento de su arresto final se le confiscaron 125 millones de dólares en bienes, lo que se supone era una fracción de su fortuna personal. Sin embargo, en sus años de poderío vivía de una forma modesta, en un pequeño apartamento de Palermo. Se trasladaba en un vehículo poco llamativo, tenía la expresión de un anciano triste y vestía como si fuera un humilde trabajador administrativo de una empresa. Era el disfraz perfecto para un hombre de poder acosado por enemigos desde todos los flancos, dentro y fuera de la ley.
 
La vida de Riina puede compararse con la de Pablo Escobar que, en sus últimos años, mientras sostenía una desesperada lucha contra todos (el gobierno colombiano, el “grupo de búsqueda”, las agencias extranjeras, los paramilitares, las familias traficantes rivales y mucho más), tenía que vivir una existencia clandestina en pequeñas casas de seguridad de Medellín. Su cuerpo, al final, acusaba los años de extrema tensión: sobrepeso, un rostro fatigado, una barba crecida para disimular su identidad. Fue asesinado mientras huía descalzo y mal vestido por los tejados de la casa donde se refugió por última vez.
 
Todos los días nos enteramos de historias similares: narcos aparentemente poderosos que llevan una vida miserable, a salto de mata, huyendo de la captura o la muerte. Cuando les va bien, se mantienen en la oscuridad, al interior de ranchos convertidos en madrigueras, de donde nunca salen porque saben que tienen una diana pintada en sus espaldas.
 
Entonces, ¿cuál es el propósito de una vida de crímenes atroces?
 
La elección criminal parece luminosa sólo al principio. Es en realidad una parábola: un subir (y eso a veces) que se sucede por una caída pronunciada, viviendo una vida lastimosa, clandestina, desesperada. Por no hablar de la caída final: una muerte violenta o un mirar el tiempo pasar en medio de cuatro paredes.
 
Aquí es obligado recordar aquellas sabias palabras de Jesús: “los que tomen la espada, a espada perecerán” o “los que a hierro matan, a hierro mueren” (hay muchas versiones de acuerdo con la Biblia que se consulte).
 
La vida da muchos ejemplos de que tales palabras poseen la verdad.

La trampa del tiempo

Fecha: 30 de abril de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
A las películas inspiradas en los héroes del cómic les llegó la maldición de la manipulación del tiempo. Es algo similar a lo que ocurrió con las revistas originales: el trastorno cobró factura argumental, las líneas se enredaron y las tramas se volvieron tan complejas que alejaron hasta a los fanáticos. Recuerdo que por eso dejé de adquirir los ejemplares de X-Men cuando era adolescente: la manipulación del tiempo llegó a niveles tan absurdos que debieron crearse historias paralelas para dar cauce a todos los caminos embrollados. Surgieron universos paralelos, muchos de ellos irreconciliables, que dejaron inverosímil a la historia original.
 
Alguien dirá que eso no importa, pues es una fantasía, pero claro que importa: toda fantasía debe fundarse en un eje argumental lógico, pues de otra forma se desmorona y se vuelve un absurdo. Entonces la mente del lector o del espectador la rechaza y se aleja para buscar otras historias. Alfonso Reyes lo dijo una vez en su ensayo sobre los héroes: aún dentro de lo imaginativo hay lugar a distinguir lo auténtico y lo hechizo.
 
Eso ocurrió ya con el universo cinematográfico de Marvel, lo cual marca en realidad su declive (por desgracia). Uno de los problemas de alterar el tiempo es que todo se vuelve posible y las explicaciones insatisfactorias. Por ejemplo, en Avengers Endgame ―si bien se trata de una estupenda película― los enredijos parecen llevar a callejones sin salida y tenemos que algunos héroes recuperan la existencia perdida gracias a la manipulación del tiempo, pero otros no, simplemente porque ello no es factible para los fines de la trama.
 
Entonces es válido cambiar algunas partes del pasado para alterar al futuro, pero otras del futuro ya no deben cambiarse, así que se dejan como si no hubiera pasado nada y todo comienza a sonar desprovisto de una lógica interna, como si hubiera que esperar las soluciones mágicas.
 
En suma, el enredo temporal es algo similar al famoso “Deus ex machina”, es decir, una respuesta desesperada o sacada de la manga, una trampa argumental que termina lastimando la coherencia interna de la obra y desilusionando al espectador.
 
La desilusión llega porque se juega con la lógica establecida en un inicio, así sea una lógica fantástica.
 
En fin, fue una buena época para el universo cinematográfico Marvel. La disfruté mucho, pero ya le cayó el telón del tiempo perdido.

Un bolso de mujer en el escritorio…

Fecha: 29 de abril de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

María de los Ángeles Moreno fue una mujer pionera en muchos aspectos de su vida política y profesional. Una de esas incursiones fue en la secretaría general, primero, y después en la presidencia del comité ejecutivo nacional del Partido Revolucionario Institucional (del 3 de diciembre de 1994 al 19 de agosto de 1995). Tuve la fortuna de colaborar con ella, no de forma directa, sino mediante su Secretario Técnico, del cual fui asesor. Si bien no tenía un trato cercano con ella (en el ambiente político los vínculos se realizan mediante los jefes inmediatos y no es bien visto “saltar las trancas”), pude participar en muchos de sus esfuerzos del momento y vivir algunas interesantes experiencias.

Un día se organizó una rueda de prensa importante, por algún motivo que no recuerdo. Yo andaba “en la bola”, ayudando un poco en la organización del evento. En algún momento, mientras María de los Ángeles saludaba a los periodistas, mi jefe inmediato me pidió que fuera al escritorio de ella por una carpeta color verde. Al parecer la dichosa carpeta era indispensable para la rueda de prensa. Fui hacia allá, abrí la puerta y entré. Yo conocía ese despacho. Ya lo había visitado en otras ocasiones, cuando colaboré con un presidente del PRI anterior, pero no había entrado allí en ese nuevo periodo. Al fondo, atrás del escritorio, se encontraba una bella pintura del fundador del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI, Plutarco Elías Calles. La pintura seguía allí. Calles es un ejemplo del hombre de Estado. Fue un revolucionario firme y astuto, que es considerado el verdadero triunfador de ese bravo oleaje que se conoce como la Revolución Mexicana. Otras figuras legendarias de ese movimiento fueron devoradas por él: Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón, por mencionar tan sólo a los más destacados, fueron devorados tarde o temprano por el vendaval armado (“Las revoluciones son como Saturno: devoran a sus propios hijos”, decía Dantón), pero Calles consolidó el poder y durante su ejercicio el país transitó a otra etapa, la de la Revolución vuelta gobierno estable. Calles era además un político de “pelo en pecho”, de esos machos armados que fueron el prototipo de la fuerza en México durante décadas.

Pues bien, se imaginarán mi asombro cuando un poco adelante del cuadro de Calles que iluminaba la estancia, sobre el escritorio, vi un bolso de mujer abierto. Fue para mí un momento mágico. Tomé conciencia de que allí despachaba una mujer, la primera en una larga historia de liderazgos varoniles. Calles nunca llegó a mirar a una mujer como una fuerza política, mucho menos como una líder partidista. No era su momento ni su circunstancia, pero allí, en el partido que el había creado, una mujer tenía su bolso abierto debajo de su hosca mirada. En esa época no existían aún los celulares y menos los equipados con captura de imágenes. Hubiera sido sublime tomar una foto de ese momento perfecto, que simbolizaba el verdadero triunfo de la mujer en un medio considerado varonil por excelencia: el liderazgo partidista, el control de la clase política, la representación de una fuerza legislativa y electoral. Ya se contaban mujeres gobernadoras, claro, como la pionera entre pioneras, Griselda Álvarez, pero ninguna había dirigido el partido en el poder hasta ese momento. Era el momento del cambio, un cambio que las mujeres estaban asumiendo y del cual María de los Ángeles fue la protagonista.

Desde entonces guardo esa imagen en la memoria: creo que al lado del escritorio de toda mujer de poder hay un bolso donde se guardan misterios y esos bolsos resisten la más hosca de las miradas del pasado.

Adiós, señora. Fue un honor trabajar con usted.

 

Oferta

Fecha: 24 de abril de 2019 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Cambio libro viejo por ojos nuevos. Quiero ojos que no se asusten con la letra chica, que no se desorbiten por los sustos cotidianos, que no se empañen cuando deben enfocar lo bello, que no intenten ver más allá de lo evidente, que olviden el panorama para fijarse en el detalle y que dejen de girar hacia arriba cuando deben mirar el suelo.