Apuntes de la categoría: Historias al pasar…

Manos de ciego

Fecha: 10 de agosto de 2017 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Callosas y rudas las manos de ciego
curtidas con el aliento de las cosas.
Impuras (tanto mundo palpado)
Recubiertas (tanto aprehendido)
Yemas vueltas llagas,
líneas que se acorazan,
células que pulsan y punzan,
garras achatadas por el uso.
Son manos sin elocuencia…
no persuaden —no les interesa—
dibujan lo que tocan.
Quizá por eso los ojos se vuelven tan duros
con los años…
Hacen lo mismo que esas manos.
El mundo, ya se sabe,
es tan severo con el tacto
pero también con la mirada.

Para los años del olvido

Fecha: 10 de agosto de 2017 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Ya guardé algo para los años del olvido…
Un viaje que hice a solas, fugándome de la desesperación
Las horas de compañía —sin decir, sólo escuchando— a un amigo que sufría
Dos o tres veces que debí rendirme, pero seguí para ver lo que pasaba
Aquella noche en Times Square con todas ellas
Las tardes con mi madre platicando de libros y proezas
Una caminata sin motivo y sin prisa, mientras nos reímos de alguien que corría
Esas horas que pasé en un café de chinos, leyendo hasta el amanecer
La ocasión en que entendí a Tarquino en un cultivo que los campesinos vareaban
Los momentos en que me tragué el orgullo para no perder la sonrisa de mis hijas
Un discurso o dos que dije en teatros donde todo retumbaba
Un periplo, en verdad una odisea, para llegar a un certamen desconocido
La vez que Dios curó, casi frente a mis ojos, a un pajarito herido
Un beso en una noche fría, lejos de casa
La vez que descubrí una traición y entendí que no tenía importancia
La tarde que rechacé estudiar para un examen por no dejar a medias una gran novela
La vez que pude morir, en la tormenta, en aquellas horas de servicio y guardia
Los precisos golpes que le di a un extraño que me retaba
Cuando me metí de niño a un remolino de polvo y hojarasca
Aquella vez que arruiné un foro por decir lo que pensaba
El poema de K, cuando el dios abandona a Antonio
Dos frases de Cioran (sólo dos, que no me interesa llegar hasta su cima)
Un párrafo de Nietzsche (que bien leído parece tan absurdo)
Una novela de Puzo (no es la que podrías suponer)
Unos cuantos, quizás los más inoportunos, momentos de pasión
Mi hija jugando a que mi pie era un perrito
Mi otra hija desgajando mi rostro a puras carcajadas
La vez que acerté con el rifle a una presa mientras mi padre me miraba
Aquella tarde con los duendes del Volcán, parientes míos
Cuando bebí, en el borbollón de los venados, el agua fría que brotaba de la tierra
La vez que rescaté unos cuerpos inertes al pie de una cuesta
Algunas series, seis o siete películas
La vez que le dije «no» al mal que me rodeaba…
En fin.
Espero recordarlo todo antes que regrese, indiferente, hacia la nada.

El huraño

Fecha: 10 de agosto de 2017 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Hace tanto que le eché el candado a esa puerta…
Allí mora animal extraño.
Quiere caricias en el lomo,
una mirada
algún gesto grato
y… ¿por qué no?
amansarse sin recato
¡Extravagancias!
Mejor dejarlo allí,
olvidarlo,
apartarlo mientras dura la fiesta
cual perro de rancho.

Y sin embargo
tantas veces mordisqueando el encierro
—Resoplando—
Pujando por abrir la puerta aquel animal
tan mío
tan iluso
tan huraño

Esos puentes

Fecha: 6 de junio de 2017 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Algunos puentes deben ser cruzados, otros derruidos, otros evitados. Unos más sólo están allí para ser contemplados…

Algunos puentes se cruzan con placer, tanto que incitan a repetir la experiencia. Otros sólo una vez y habrá que evitarlos después.

Algunos lastiman al cruzarse o marean en sus alturas, pero son inevitables. Están allí siempre, entre lo que ocurre y lo que será.

Unos más son absurdos. Están allí por capricho o vanidad. Puentes desalmados, sin propósito ni utilidad…

Señorío

Fecha: 6 de junio de 2017 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

De niño escuchaba atento las conversaciones de las mujeres de mi familia. Solían elogiar a alguien diciendo: «es un señor», o bien «es muy señor». Con el tiempo entendí que ser señor era ser un caballero, un hombre de bien que cumple su función en la vida, que no se arredra y es atento al mismo tiempo. También implicaba un individuo entregado a su familia, sin sufrir esos devaneos que tan fácil llevan al ridículo. Esos mensajes quedaron tan grabados que no puedo apartarlos de mi camino, aunque lo intente. De forma deliberada, incluso inconsciente, sigo persiguiendo el ideal del señorío en mi vida cotidiana. Lo busco incluso en lo literario, intentando comprenderlo en todos sus matices. Así me ocurrió cuando leí a Gracián, hace muchos años. Ayer que fui a saludar a mi madre encontré en el viejo librero una edición de su Oráculo Manual y descubrí, emocionado, el siguiente texto subrayado y anotado cuando estaba adolescente:

«Señorío al hablar y al actuar. Con él uno se hace sitio en todas partes y gana respeto de antemano. Influye en todo: en conversar, en hablar en público, hasta en caminar y mirar, en la voluntad. Es una gran victoria ganar los corazones»

Bendiciones de la congruencia: puedo releer textos o apuntes de muchos años y contrastarlos con el hoy sin avergonzarme. Quizás no haya alcanzado el pleno señorío —que lo juzguen los demás— pero sigo en el mismo camino y vaya que tal empeño, en esta vida, es una forma de victoria