Apuntes de la categoría: Historias al pasar…

¿Y Sesti?

Fecha: 7 de abril de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Este apunte va dedicado a Martin Manuel Martinez Gastelum,
Manuel Paz Ojeda y Francisco Jose Fiorentini Cañedo,
en recuerdo de aquellos años en la Privada de Aurora, en Coyoacán…

 

¿Dónde quedó Sesti, que tanto hablaba de una tal Amarilis? Un día su padre vino por él. Se lo llevó y jamás volvió. Quizás no era su camino por aquí. Quizás no tenía ninguno. Lo cierto es que no parecía preocuparse por nada ni por nadie. Sólo por Amarilis. Un día me enseñó una foto de ella: una mulata carnosa que le llevaba unos buenos años. Quizás su padre lo mandó lejos para que la olvidara. Lo cierto es que nunca la dejó ir. Se gastaba la pensión del mes en llamadas hasta su lejano país. Quizás el padre descubrió que la suya era una causa perdida o supo que la mejor forma de que Sesti olvidara a Amarilis era regresándolo al alcance de ella. Quizás eso pasó. La mejor forma de hacer algo inolvidable es teniéndolo lejos. La mejor forma de olvidarlo es teniéndolo a la mano. Me gustaría saber de Sesti en estos momentos. Estoy seguro que ya ni se acuerda de Amarilis. Debió conocer muchas Amarilis después de la primera. Quizás la tal Amarilis solo vive en mi recuerdo o mejor dicho, en mi recuerdo de Sesti cuando hablaba de Amarilis. Total, de lo que sí estoy seguro es que esto a nadie le importa. Mucho menos a Sesti. Quizás ni a la misma Amarilis.

Piedras en el lago

Fecha: 7 de abril de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Existe un lago frío e irresistible cerca del volcán. Quieres meterte allí, incluso sin quitarte la ropa, y quedarte mucho rato. Es placentero, pero si no sales en el momento justo el lago ya no te dejará salir. Te quedarás allí por mucho tiempo y cada vez querrás un poco más, hasta que estás más frío que el lago y entonces no podrás salir aunque lo intentes. Pero dicen que no lo intentas, que sólo te quedas allí, plácido, hasta que el agua te tapa la cabeza. Entonces te vuelves parte del lago y esperas a que alguien llegue otro día. Pero eso no ocurre siempre. Quizás una o dos veces al año. Así que si pasas por allí podrás bañarte con tranquilidad. Solo recuerda salir a tiempo. A mí me contó todo eso alguien que se quedó allí, sumergido. De niño fui a ese lago y arrojé una piedra y el tipo emergió un poco, lo suficiente para que sobresaliera su boca y pudiera escucharlo. Se quejó por pegarle en la cabeza. «No quise pegarle», le dije, «yo pensé que mi piedra rebotaba en el agua». «No, la piedra rebotó en mi cabeza», me respondió. Le pedí que saliera pero no quiso. Me invitó a entrar pero me negué. No me gusta meterme a ningún lago cuando alguien me lo pide, así que lo dejé allí. Fue cuando me contó la historia que les cuento. Ya se hacía tarde y me despedí. Antes de irme le grité: «el día que me meta será por mi gusto, no por invitación de alguien al que le gusta que los demás le abollen la cabeza», y corrí. Quizás ya no pudo escucharme. Ya tenía la cabeza sumergida otra vez. Muchos años después regresé. Ya no era un niño. El lago se veía muy agradable, pero no me dieron ganas de meterme al agua vestido ni desvestido, solo me quedé un rato mirándolo. Eso sí, no quise arrojar piedras. A los que duermen plácidos en ese lago no es bueno abollarles la cabeza. Ahora que lo recuerdo, ya nunca volví a arrojar piedras a ningún lago y jamás me dan ganas de meterme, ni vestido ni desvestido. Desde aquel día los lagos son sólo para ser mirados

El gesticulador y la vendedora de bate

Fecha: 7 de abril de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Salí muy tarde de la oficina y manejé por el centro de Colima hacia mi casa. A cruzar por el Jardín Núñez descubrí a un joven platicando animadamente con la escultura dedicada a la vendedora de bate. Parecía una plática animada. Él joven gesticulaba y manoteaba alegremente, como si estuviera compartiendo con ella alguna anécdota reciente. Me dieron ganas de bajarme a escucharlo, pero ya era tarde y me sentía cansado. Quizás regrese mañana y vuelva a verlo. Podría ser divertido unirme a la tertulia. Incluso lo intentaré cuando él no esté y, mejor aún, cuando nadie me vea. Quizás la escultura pueda escuchar paciente mis opiniones sobre algunos temas controvertidos, esas cosas que a veces no puedo decir tan fácil por aquí o por allá. Quizás también, con un poco de suerte, hasta me confíe lo que platicaba hoy con aquel muchacho que manoteaba tan alegre y despreocupado, tan indiferente a ese señor que lo mira sorprendido mientras sigue su curso hacia el hogar.

Abandonada…

Fecha: 8 de febrero de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Alguien soltó al irse una idea tardía. Lo alcancé y le pedí que se la llevara. No la quiso. Me dijo que me la dejaba, que hiciera con ella lo que quisiera, que ni falta le hacía. Regresé abatido. No me gustan las ideas ajenas. Me siento un ladrón y no soy bueno con los fusiles. La dejé por allí, sobre el escritorio, pero no se estaba quieta. Saltaba y sonreía para que la mirara. Cuando lo conseguía me hacía gestos de ternura, como si fuera una huérfana en busca de cariño. Me desesperé y la guardé en un cajón vacío, pero al poco rato escuché sus sollozos y la rescaté del olvido. No quise usarla, pero a la vez me seguía dando pena, así que la guardé en otro cajón, en aquél donde guardo las ideas propias que no maduran todavía, las que aguardan un mejor momento, las que no tienen prisa. Allí se quedó cómoda. Por lo menos podría platicar con otras como ella. Quizás con los años las ideas allí guardadas se confundan, se crucen y tengan descendencia. Quizás cuando las saque un día sean otras y sean, por fin, mías… O quizás se me olvide que alguien las dejó por allí y entonces no me dará vergüenza arrojarlas por mi boca.

Esas cosas que van con nosotros…

Fecha: 2 de febrero de 2016 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0

Cada cosa tiene su propio sentido evolutivo, su propia mirada y su propio andar hacia el futuro. No podría ser de otra forma. Esas cosas son criaturas nuestras y como tal, al diseñarlas les otorgamos algo de lo que somos o lo que fuimos. Siendo sujetos evolutivos, seres de tiempo, nuestras obras se nos parecen y evolucionan también. Claro, lo hacen sin seguir un camino lineal. Como el nuestro, el suyo también está hecho de rutas sinuosas que llevan a callejones sin salida, a terracerías, brechas intransitables y recodos de peligro, hasta que de tanto dar bastonazos de ciego nos regresamos, acumulamos energía, reiniciamos y volvemos a intentar el acierto. Pensé en eso cuando vi mi celular y recordé el primero que usé, casi un ladrillo y no es exageración, cuando comencé a trabajar. Por esos años estuvo de moda una canción de Los Tigres del Norte, que me quedaba que ni mandada a hacer. ¿La recuerdan? Decía que al principio nos sentíamos importantes con el dichoso celular, casi como romanos de la antigüedad, hasta que luego el jefe no nos dejaba escondernos en ningún lugar. Después llegaron otros celulares de distinto tamaño y forma. Recuerdo cuando era un gran avance incorporar la agenda de números conocidos al aparato, lo cual ya es usual, incluso obligatorio en nuestros días. También pasé por los víper (pues era inevitable cargar con ambos, el víper y el celular, uno para recibir mensajes, el otro para reportarse) y las palm, que hoy nadie recuerda (una especie de agendas electrónicas, un tanto torpes, pero que todo mundo quería traer), hasta que llegaron los dispositivos que nos permitieron acceder al video, las peliculas, los correos electrónicos y las redes sociales. Antes eran caros, un verdadero lujo. Hoy son casi un accesorio básico, sin distinción de edad o clase social (si acaso cambia un poco su moda inherente, para que los «fijados» se entretengan, pero las funciones son las mismas). Así, podemos llegar a cualquier comunidad del estado y ver, por ejemplo, a un hombre de edad madura, a caballo, hablando con sus amigos o con su mujer por celular. Esa misma escena la vi, hace pocos años, en una comunidad chamula de Chiapas. El caso es que esas cosas están evolucionando con nosotros. En fin, ya no sé ni lo que digo. Quizás mi celular me quiso decir algo y aquí estoy tratando de repetirlo…