La historia ya ha sido analizada desde muchos puntos de vista (nada mas habría que recordar a Joseph Campbell), pero sigue fascinante y digna de nuevas reflexiones. El hijo de dudoso origen paterno, pero ligado a una familia de poder por parte de la madre, es ocultado del mundo y dejado a la voluntad de la naturaleza, sobre todo en un río. La supervivencia es azarosa o bien determinada por la voluntad divina. Interviene un padre adoptivo que no sólo rescata y preserva, sino que oculta. En el caso de los gemelos Rómulo y Remo participa una loba que los alimenta mientras llega el pastor Fáustulo. El o los bebés crecen y con los años reniegan del cómodo destino de la vida marginal (pastores, por ejemplo) y revelan un temperamento más dado a los peligros y proezas, hasta que logran reencontrarse con su destino original. Este mito está asociado, muchas veces, a la paternidad incómoda, que se liga al origen divino. La mujer, una doncella, es elegida por el dios para brindar un hijo semidios al mundo, esa particular combinación de poderes divinos y terrenales que es tan propia del Mediterráneo o al menos es allí donde lo conocemos mejor. Nadie podría creer esa intervención divina, lo cual inspira el sigilo y el drástico abandono de las crías, que así se enfrentan a un mundo de peligros. En el caso de Jesús el peligro es evidente pues pesa sobre él una cacería alentada desde el poder, aun cuando su bautismo de agua llegará hasta que decide su destino. Tales gérmenes culturales nos siguen de alguna forma, pues hay una etapa del ser de talento, incrustado en una familia modesta, donde se supone o se desea un origen alternativo, como si fuese un adoptado. Es un intento de explicar una pasión o talento extraordinario (o su suposición) en una circunstancia ordinaria.
No sólo la Biblia informa sobre el conflicto entre los hijos menores y el primogénito. Livio lo refiere también con el conflicto entre Numitor (abuelo de Rómulo y Remo) y Abulio, herederos de Procas en el reino de los Silvios. Livio dice que la violencia pudo más que la voluntad paterna y el respeto a la primogenitura. Sucesos similares se han presentado en todas las culturas del mundo. A final de cuentas es el conflicto entre el azar del nacimiento y la voluntad personal, entre lo heredado y la fuerza de la ambición. Es un conflicto anclado en nuestros genes que se expresa en muchos rasgos culturales: no aceptar la voluntad paterna si ella discrimina o bien aceptarla con pasión filial, no confiar en la decisión del azar (también podría ser: en la supuesta voluntad divina) o seguirla con mansedumbre, imponerse frente a una circunstancia adversa o asumirla con resignación. Quizás sea la fuente de muchas actitudes filosóficas, desde la exaltación de la voluntad hasta el estoicismo. Es también una actitud frente al poder que va desde el conservadurismo hasta la rebelión. Somos hijos primogénitos del poder, más o menos capaces, o bien somos los segundos y terceros en la línea del favor, eligiendo entre la aceptación o el abierto rechazo, es decir, entre el que conspira o aquél que toma las armas.
No todo poder primitivo se funda en la fuerza. Tito Livio refiere el caso de Evandro, que dominó la comarca del Lacio más por sus dotes de persuasión y su prestigio que por un poder sólido y real. Esa influencia provenía de dos fuentes: su conocimiento de la escritura y los vaticinios, muy apreciados, de su madre. De esa forma, el poder aquí proviene de dos fuentes: la cultura y el presagio.
Es el intento de romper el cerco al que es sometida una ciudad. La salida puede ser resultado de la desesperación o una táctica frente a un asedio. Se registran, también, salidas vigorosas como respuesta al desafío bélico. Una de las primeras salidas registradas en la obra de Livio es cuando Eneas enfrentó a los etruscos, en su última hazaña mortal.