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Los anhelantes del fin del mundo

Fecha: 27 de mayo de 2020 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Algunos se deleitan en las profecías terribles. Parecen repetirlas con deleite. Las paladean incluso. Dicen: «viene el fin del mundo», «tal día llegarán seres del más allá a destrozar todas las puertas», «vendrá un asteroide que destruirá a la Tierra», «el fin está cerca», «ya se están viendo las señales», «arrepiéntanse», en fin. Entonces, cuando de verdad llega algo pavoroso, como la pandemia viral de hoy, hasta se frotan las manos.
 
Ese afán de que todo quede destruido quizás sea un reflejo de la propia conciencia, pues cuando alguien tiene una vida ruinosa y estéril quisiera que todo acabara de una vez y para todos, pues es la forma de decir: «aunque los demás tengan una buena vida y sean más felices o exitosos que yo, también morirán».
 
Es como el deseo de arruinar la fiesta, para que nadie se quede allí, divirtiéndose, cuando nos vayamos nosotros.
 
En otras palabras, los deseos del fin del mundo son un reflejo de una crisis personal, de los vicios que brotan en el ocio y de la propia ceguera.
 
Por eso, cuando el mundo sigue su marcha, indiferente a esas voces apocalípticas, los delirantes vuelven a sumergirse en otra fantasía aterradora, la que sea, con tal de escapar a la tristeza de una vida vacía, mientras llega su propio y anhelado final.

De amor y de olvido

Fecha: 26 de mayo de 2020 Categoría: Historias al pasar... Comentarios: 0
Bella película «State of Grace», dirigida por Phil Joanou. La disfruté por primera vez en 1990 o 91. Un elenco impresionante: Sean Penn (todavía con cara de muchacho), Ed Harris, el magnífico Gary Oldman, John Turturro, la siempre hermosa Robin Wright (la recordarán por el personaje de Claire Underwwod, de la serie House of Cards) y muchos más.
 
Por allí aparece, también, Burgess Meredith, recordado por las películas de Rocky y un actor duro, Joe Viterelli, felizmente atrapado en los papeles de mafioso italiano, que le venían de maravilla. La música es del legendario Ennio Morricone, pero aquí no logró algo memorable.
 
Ayer volví a esa magnífica cinta y recordé una frase maravillosa que brota allí. Uno de los protagonistas, Frankie Flannery (Ed Harris), líder de una banda irlandesa, se la dice al joven Terry Noonan (Penn): «ah sí, mujeres, hay que casarse con ellas para olvidarlas».
 
La frase me dejó impactado hace casi treinta años y lo mismo me sucedió ayer. Si se deja de lado el género el mensaje es el mismo: hombres y mujeres recuerdan al primer amor como algo inolvidable, puro, lleno de significado.
 
Se trata de amores fugaces que pocas veces se prolongan en la vida y quedan allí, petrificados, pero siempre evocados.
 
Esos amores resultan casi imposibles: los protagonistas son muy jóvenes y la vida se vuelve complicada. Entonces las parejas se dispersan, dejando en el pasado un amor iniciático que se agiganta con el recuerdo.
 
Pero si las parejas se unen y se conservan el destino es distinto. Algunas veces el amor persiste, pero en otras llegan los problemas, los conflictos, las luchas por cumplir o no cumplir los respectivos destinos.
 
La vida es dura con el amor: la convivencia agrieta las pasiones, se vuelven tan visibles los defectos y muy evidentes los límites personales, hasta que, con los años, se olvida a la pareja que está siempre allí.
 
Por eso cobra sentido aquella frase a la vez irónica y amarga: “hay que casarse con ellas (o con ellos) para olvidarlas (olvidarlos)”.
 
Quizás no siempre sea así, estoy de acuerdo, pero la frase tiene sentido mientras la desgajo en la oscuridad de mi habitación y recuerdo todo lo que alguna vez fue inolvidable.

La historia de siempre

Fecha: 25 de mayo de 2020 Categoría: Agudezas Comentarios: 0
Alguien abrió un camino para llegar a ese lugar que después quiso olvidar.

Más ideas, menos ideologías

Fecha: 25 de mayo de 2020 Categoría: Agudezas Comentarios: 0

Desconfío mucho de las ideologías. Son pesadas y celosas. Exigen todo del ser y no admiten alternativa. Además, parecen estar a un paso del fanatismo y la obsesión, incluso de la ceguera.

Me gustan más las ideas: son frescas, casi siempre, pero si por algo duran mucho se matizan con la novedad, como si estuvieran abiertas al cambio. Son también sugerentes, es decir: siempre dan lugar a muchas más. Por si fuera poco suelen ser flexibles y admitir a otras, aunque parezcan contradictorias.

Las ideologías nos vuelven ortodoxos, cerrados, incluso agresivos. No es mala la pasión, pero en el caso ideológico a la misma pasión se le pasa la mano.

Las ideas, en cambio, nos vuelven interesantes, imaginativos, indagativos. Y la pasión se lleva bien con las ideas: combina sin imponerse.

Los seres ideologizados no saben siquiera escuchar, pues todo está dicho en su sistema.

Los seres de ideas necesitan escuchar: así afinan al pensamiento.

Alguien me dijo una vez que las ideas son demasiado neutrales, sin compromiso y por eso menos atractivas. Eso no es verdad: las ideas también poseen una carga polémica y se animan a las grandes discusiones. Existen, además, las ideas muy comprometidas: se les llama ideales

Mientras fue posible

Fecha: 22 de mayo de 2020 Categoría: Álbum de las cosas dichas Comentarios: 0
El caso es que quise decir algo,
pero quedé en suspenso,
como si lo hubiera dicho a medias
sin decirlo del todo.
Total, ya podré decirlo después,
en mejor momento,
pero quise dejar constancia
de que algo,
un poco de lo dicho,
intenté decirlo otra vez
mientras fue posible.