Construyó un arsenal de recursos psicológicos para enfrentar con un éxito razonable todo, pero el todo no llegó jamás… Sólo llegó la nada
Construyó un arsenal de recursos psicológicos para enfrentar con un éxito razonable todo, pero el todo no llegó jamás… Sólo llegó la nada
Aquella su boca (que no es mía)
se deshace húmeda y salvaje
con los besos que le doy (mientras la miro)
si sus ojos me contemplan (sin saberlo)
a fuerza de palabras (que aún no digo)
«Ya conoces, caminante, quién era. Apenas llegué a ser…»
En una tumba romana, siglos I – II d.C.
No es un mal epitafio. Aquí se refiere a un niño de 7 años que murió al final de primer siglo o al inicio del segundo, en nuestra era. Pero, mirándolo bien, podría ser para todos los seres humanos en cualquier época y de cualquier edad. Seguimos el curso de una vida, que por más larga que sea, apenas alcanza para ser algo de lo que soñamos con ser.
¿Y si el polvo se rebela y se organiza y se vuelve ladrillo y argamasa, muro y ciudadela, y nos sacude cuando nos atrevamos a tocarlo?
Cada noche posee su propia encomienda, su propio deseo, su propia insania, su propio desenfreno.
Cada noche tiene un poco de esto y otro de aquello
nada de lo deseado y tanto de lo evitado
algo de a poco y mucho de apenas algo
un toque de lo que quiso ser y no puede serlo
todo revuelto y desesperado